Rafael G.C. regresa a sus tierras Conquenses, después de unos días por el norte del reino de León.

 

Nos relata que :
De momento la mejor salida de la temporada a vuestras agraciadas tierras.

 

SANTA MARINA: mis primeras moscas sobre los ríos de León cayeron en las aguas del río que no nace, sino que se engendra de la fusión de dos: el Órbigo; fue en Sardonedo, en sus años de “decadencia”. Ahora parece otro, por lo menos en el “legendario” Santa Marina, hace un par de años que no raspo su superficie con mis burdas imitaciones, pero ha sido como un rencuentro entre dos amantes: decente actividad en superficie durante toda la jornada, incluso con trucha final del sedal de las que dan renombre internacional al tramo, clavada (con una breve lucha) abajo nada más llegar. Después de una buena chaparrada, el
mejor sereno desde hace dos años; pena la altísima humedad que impedía incluso secar las moscas.

 

VILLAFELIZ:
Agridulce reencuentro con las aguas de Babia, que según Julio Llamazares es donde, la distancia y el silencio hace que las preocupaciones y problemas de lo que hemos dejado “en el valle”, adquieran su justa dimensión. Empecé mal al llegar, por cuestiones de “propiedad del suelo”; con respecto a la pesca: actividad constante sin destellos, a excepción de un ligero repunte justo antes de comer, sin sereno. Pese a ello, descubrí partes del coto (7 km., dan para mucho), inexploradas por mi persona hasta la fecha, y esa luna casi llena danzando entre montañas no tiene precio.
OMAÑUELA: A pesar del ¿reciente? arreglo de la carretera que da acceso a la pedanía de La Omañuela, al llegar a esta parece como haber retrocedido décadas, calles sin asfaltar, arquitectura casi “pura”, parece que se puedan tocar los recuerdos de aquellos que nacieron y vivieron en este lugar, y que con grandes esfuerzos lograron sacar adelante a sus familias, y, pese a ello, dejarnos un entorno “virginal”. Y esto se nota en el ambiente, se respira, el “paseo” desde La Omañuela, hasta una zona intermedia del coto, renueva el alma, y me recarga de algo desconocido, pero necesario; luego en el río hay que ser finos en los lances, una ligerísima línea, unida a una caña de las que ya no se llevan, hacen que buscando entre los rincones  que acaecen en su cauce, den varios frutos no esperados: muchas y buenas truchas de librea excepcional.
Fotografía y redacción .- Rafael García Cardo