Sin Truchas no hay paraíso.
Todo pescador aventurero tiene su paraíso clandestino. 
Ahí, en ese lugar que jamás olvidas, se hacen realidad las fantasías.
Como pescador solitario persigo siempre ese paraíso que a veces sueño  y quiero que se quede grabado para siempre en mi alma. Pescar en ese entorno idílico que te ofrece ese río de montaña, agreste y esplendido, es vivir con intensidad cada lance y esperar con pasión que ese pez salvaje coja con avidez tu mosca. Ahí entre rocas y aguas cristalinas es donde habitan esas preciosas truchas con una librea única que conforman el paraíso del pescador.
Sin río no hay nada, pero sin truchas no hay paraíso. Cuando el silencio lo invade todo y el pescador deja viajar sus pensamientos por las corrientes del río la terapia ya está en marcha, no hay nada igual, ahora solo cabe esperar ese aleteo incesante al otro lado de la línea, esa indómita pureza que no se deja someter ante tu fuerza, haciéndote sentir la maravillosa realidad de la pesca que se completa cuando la sueltas y la ves marchar de nuevo río adentro.

 

Nadie se imagina pescar en un río sin peces, el pez es el motivo principal de todos los pescadores, aunque sabemos que en el entorno que nos movemos hay muchas más cosas que admirar y disfrutar. Los pescadores, aparte de conservar el río, podemos hacer algo más por los peces, debemos y podemos protegerlos, defenderlos y conservarlos, solo una pesca sostenible puede conseguir que ese paraíso que gozamos siga siendo eso, un paraíso de pescadores. Porque sin truchas…
Sin truchas no hay paraíso.