Recuerdos y sensaciones a la orilla del río
José Mª Villarroel Díez (CHEMA)
Sentir el río

En estos tiempos que corren, ¡ como corren !, todo va tan deprisa que muchas veces pasamos por alto las cosas más superfluas, pero que a la vez más nos hacen disfrutar sin darnos mucha cuenta de ello.

En esta afición nuestra, la pesca, casi todos nosotros actuamos de una manera muy programada, llegamos al río y nada más bajar del coche la prisa nos invade por completo y queremos ser los primeros en lanzar nuestro señuelo para poder sacar algún pez y así calmar nuestro «mono» de pesca, vamos siempre deprisa, deprisa… y muy pocas veces nos paramos a contemplar lo que nos rodea y que es al fin y al cabo de lo que debemos disfrutar.

Ese rocío entre la hierba por la mañana, ese aroma a hierba recién segada en el mes de junio, ese sol asomando y queriendo salir, los pajarillos cantando y revoloteando ajenos a nuestra actividad, son cosas que pasamos por alto la mayoría de las veces porque nuestra mente está solamente fija en cuantos peces voy a sacar hoy del río.

Las orillas del río con sus pedreros, sus chopos del país, sus álamos, los prados de la orilla con sus saltamontes y su ganado pastando plácidamente, aquel viejo gavión en la orilla o ese puerto de palos en medio del río, esas gravas con sus cantos rodados llenos de vida bajo ellos, el mismo río con ese pozón tan bueno o esa tablona que discurre entre los alisos proporcionándonos sombra en nuestra jornada, son otras de las cosas que nos hacen disfrutar y que la pesca tenga ese encanto especial que nos atrae a todos nosotros.

Muy pocos de nosotros nos paramos alguna vez a disfrutar de todo esto de una manera continuada ya que nuestra mente está en otra cosa, va tan deprisa como el tiempo que vivimos y no se para a pensar en lo que tenemos delante. Ir al río, bajarse del coche, respirar muy hondo, sentarse en la piedrona de la orilla y contemplar plácidamente toda la vida que nos rodea es algo que no tiene precio y que todos debiéramos hacer, poder sentir lo que nos rodea y en ocasiones no sentir nada como cuando «el río está dormido«. Estas son las verdaderas cosas que hacen sentir la pesca de una forma especial, la hacen especial por ello.

En los tiempos en los que andamos ahora todo esto parece no importar mucho, solamente en si tenemos truchas que pescar y podemos arrebatárselas al río, es el único pensar que tenemos, hasta la educación se ha perdido, cuantas veces te encuentras de frente con otro pescador y pasa a tu lado ignorándote por completo y es que estos sentimientos no todos los tenemos, por ello cada uno de nosotros sentimos la pesca de forma diferente.Por ello y para que la pesca siga teniendo ese encanto tan especial que la hace especial cuando vayamos al río respiremos hondo y parémonos a contemplar todo eso tan maravilloso que nos está rodeando y seguro que nuestra jornada de pesca se hará inolvidable porque volveremos otra vez como antes  a…. sentir el río. Disfrutarlo.