Pescando…acrobacias aéreas.
  La mañana había comenzado bien, tres picadas casi seguidas y dos truchas pescadas, pero sin más el río se negó a continuar con su generosidad y las truchas suspendieron su actividad, fue de repente, como si alguien diera la orden de retirada y todas obedecieran.
 Nada nuevo bajo el sol, los pescadores estamos más que acostumbrados a estas circunstancias.
El tiempo pasaba lento entre tirada y posada, la mosca derivaba natural una y otra vez, pero el resultado siempre era nada. Fue entonces que, también de la nada, apareció ella con su traje azul turquesa y su dulce volar, para por un momento rescatarme de mi ostracismo y recrearme. La naturaleza es así de simple, así de esplendida. Está libélula azul sencillamente apareció, revoloteó a mi alrededor y se posó en mi gorra, en la caña y en la mano.
Con sus cuatro alas me hizo una demostración de técnica de vuelo al natural con elegantes acrobacias, volando de lado, hacía arriba y al revés e incluso por
instantes se detenía en el aire, me recordó esos peces juguetones que tantas veces he observado en mis aventuras submarinas, técnicas parecidas…unos en el agua y las otras en el aire. Si su cometido fue abstraerme lo consiguió plenamente. Me acompaño un tiempo, no mucho, pero el suficiente para hacerme olvidar la indiferencia de las truchas por mis moscas y luego según vino se fue. Son momentos fantásticos, una deferencia de estos  seres mágicos solo, tan solo, por estar ahí…en el río.
Es tan simple como complicado; se puede pintar, dedicarle una canción, una poesía y hasta un guion. Es una mirada o toda una vida, lo puedes olvidar o
siempre recordarlo.