Pesca en superficie, evolución.
Era un verano de la década de los  50, mediados de Julio, las vacaciones de aquel año las pasamos en casa de los abuelos en Pigara (Lugo). El buen tiempo asentado motivó que los pastizales, aun lado y a otro de un pequeño riachuelo afluente del Ladra, fueran segados a guadaña, esto era mucho trabajo para los mayores, mi abuelo, mi padre y mis tíos, pero para nosotros los niños era puro entretenimiento, una vez seca la hierba al sol se volteaba con horquetas para días más tarde llevarla en carro al patio y hacer un pajar para que aguantará el invierno.

 

 Pero esta siega revolucionaba a los saltamontes que, desorientados con este quehacer, deambulaban de un lado a otro para acabar muchos en el agua donde eran pasto fácil para unas truchas salvajes que les acechaban. Así que, con mi caña enteriza de bambú, un hilo de cáñamo del que se usaba para atar los chorizos, un pequeño terminal de sedal con un anzuelo de donde colgaba un saltamontes, me entretenía pescando truchas. Y así fue que, de la mano de mi padre, comencé a pescar en superficie. Fue con el tiempo que experimenté con otros cebos naturales; mosca de la piedra, abejas, escarabajos, moscardones y todo lo que volaba alrededor del río. Solo a principio de temporada pescaba con lombriz, gusarapa y gusarapín al tiento y por el fondo. Luego, a fínales de los años 60, ya en León, descubrí la pesca a la leonesa que me cautivó y se convirtió en mi modalidad preferida.
 Con el espirogiro volví al gusarapín al principio de temporada y en julio, en los ríos de montaña, alternaba las ahogadas con el saltón. Pero llegó la prohibición del  cebo natural y fue que ahí perdí toda la ilusión de pescar en superficie.
Entonces, por influencia de los pescadores franceses, se empezó a pescar a mosca seca, pero me pareció una pesca cara y un tanto liosa, es por esto que seguí pescando a cebo y a la leonesa, aunque no tardé en caer en el atractivo y modernismo de la pesca a seca o con cola de rata. Pero, pasado un tiempo, por pura casualidad cayó en mis manos un libro que hablaba de la pesca en superficie en Japón conocida como Tenkara (desde el cielo) y fue que me vino al recuerdo toda aquella época de pesca rápida y sencilla. Una caña, un simple aparejo, una mosca y a pescar. Desde entonces, para los pequeños riachuelos, es la modalidad que con algunos cambios más práctico.
Todas las pescas a moscas se parecen y todas tienen el denominador común de engañar a las truchas con la imitación de un insecto, pero al mismo tiempo todas también son diferentes. Encontrar la más adecuada para cada época y río es tarea posible, no hay más que ensayar en los diferentes escenarios. En general la pesca a la leonesa parte con ventaja, se puede pescar durante toda la temporada, de orilla y en cualquier río con gran efectividad. Pero hay pescadores de mosca seca a cola de rata que también pescan así durante toda la temporada. En Galicia a Varal y en Asturias a la Allerana son muchos los pescadores que prefieren la experiencia y efectividad que resulta de estas modalidades tradicionales. Pero sea de una forma u otra lo que si es cierto y es de reconocer que la pesca a mosca en superficie en cualquiera de las modalidades tiene todos los alicientes para ser deportiva y seductora.