«La  Sapina»
Con la llegada del calorcito los sapos salen de su letargo y se incorporan a la vida activa, así que pronto empiezan a croar para marcar su territorio y atraer a las hembras. Ellas cuando se cargan de huevos van en busca de ese macho que se subirá a su dorso y descargará su esperma según vayan soltando los huevos para fecundarlos.
Luego, dependiendo del calor, en una semana o un poco más el renacuajo sale del huevo y se pone a nadar.
Los pescadores estamos acostumbrados a verlos por las orillas del río emparejados, y el macho, que es mucho más pequeño, subido  a lomos de la hembra.
También a ver esas masas viscosas de cordones tendidos a lo largo de las orillas, pegadas a las piedras y a la vegetación acuática.
 Y esto es lo que produce el efecto de la sapina. Las  truchas comen estos huevos que tienen una cobertura de gel que según la leyenda les provocará irritaciones en los labios y comerán menos y se soltaran más. 
Ningún río ni humedal se salva de este proceso natural que según los expertos también ha ido a menos.

 

Verdad o no cierto, el caso es que en esos días la actividad de la trucha desciende y los pescadores lo notamos. También nos sirve de disculpa cuando nos ronda el bolo…”claro, están con la sapina.”
 
“Cuando canta el sapo, trae agua en el papo.”