Los frezaderos son los lugares donde las truchas desovan y buscan para su puesta oxigenación, ocultación e incubación. Aguas someras, suelo arena-graba, pequeñas piedras y zona soleada. Aguas de poca profundidad ricas en oxígeno y de no mucha velocidad, el nido está concebido para protegerse básicamente de depredadores y siempre buscan una zona soleada para que la incubación llegue a buen puerto.

Hubo un tiempo, mucho antes de que a las truchas se convirtieran en especie de interés preferente, que en los ríos de León se realizaban tareas de rehabilitación de los frezaderos para que las truchas encontraran esas zonas más idóneas en perfectas condiciones. Esa actividad consistía en la identificación de frezaderos y su rastrillado manual. Algunas de esas zonas más altas de nuestro ecosistema fluvial, a donde las truchas regresan para reproducirse, la sedimentación petrifica el fondo y hace inviable la calidad de los nidos para una reproducción efectiva.

El rastrillado de esas zonas colmatadas recupera los frezaderos y también facilita la vida de otras muchas especies acuáticas. El agua tiene que filtrarse entre las gravas para administrar el oxígeno disuelto a los embriones y arrastrar río abajo las sedimentaciones. Estas tareas de campo se debían de recuperar para nuestros ríos por medio de los agentes medioambientales, asociaciones y voluntarios. Tareas que comenzarían con el otoño esperando el momento de la llamada de las truchas para remontar las aguas y realizar su ciclo anual de reproducción.