Cuando las maquinas invaden el río.
   Los ríos nacen en las cumbres y mueren en el mar, en otros ríos o en lagos, pero agonizan poco a poco al pasar por los pueblos, villas y ciudades. Al bordear poblaciones o atravesarlas sufren toda clase de aberraciones y los encorsetan obligándolos a discurrir por el camino que marca la arquitectura urbana, si es posible en línea recta y rápida o sea en un canal.
Dentro del ecosistema fluvial los ríos son corredores biológicos y funcionan por si solos dentro de su espacio de influencia, pero las industrias y las instituciones se han empeñado en que esto no sea así. El modelo de canalización a base de escolleras se ha establecido y las confederaciones hidrográficas como cómplices que son participan en estas desastrosas actividades.
Ver maquinas por el cauce del río se ha convertido en un acontecimiento usual.
Hay que reclamar biodiversidad y que los ríos tengan el protagonismo natural que les corresponde. Con la disculpa de evitar inundaciones arrasan con la vegetación de ribera y se fabrican su mundo particular por donde solo corre agua que arrastra toda clase de residuos y su ignorancia ecológica.
La semana pasada tocó en el Bernesga a su paso por La Pola de Gordón, hace poco al Torío por Puente Castro y hace unos meses al Bernesga por León, por nombrar estos que nos tocan de cerca, pero por cualquier zona que te imagines estas intervenciones son habituales y reclamadas por los mandatarios de turno.

 

Sin río no hay nada.