A LAS SUFRIDAS TRUCHAS
Veloces rayos del agua
que conjugáis armonías
en arroyos transparentes,
asomando saltarinas
comiendo en la superficie
de las aguas cristalinas
o profundizando en busca
de larvas en las umbrías
y ocultándoos al borde
de miméticas orillas,
en acecho continuado
 de las presas preferidas.
¡Ciudad de vuestro futuro,
peces de montañas frías!
Eludid tanto peligro
como podáis. Sed esquivas
de las sombras de la noche
que sueñan mentes furtivas
para quebrar vuestro aliento;
y ocultaros en los días
de engañosos pescadores
que manejan cañas finas
y os presentarán volando
las deliciosas “efémeras”.
Si evitáis tales encuentros
con esas sombras fatídicas
alcanzaréis el destino
de las tardes infinitas.
Y placenteras de Agosto,
que con la veda dan vidas
y comienzan a esfumarse
fantasmas de anochecidas
y latigazos punzantes
recibidos en los días.
Por delante sólo quedan,
con retozar de alegrías,
días de feliz asueto,
futuras aguas tranquilas…
Pero sólo hasta el otoño,
cuando ya merman los días
y a desovar se disponen
repuestas ya gradecidas.
Entonces volverá el río
a enturbiar sus aguas límpidas
(sin crecidas naturales)
con garrafas terroríficas
y demás artes de muerte
estudiadas o científicas.
Y quedarán ya tan sólo
las truchas asustadizas,
que gracias a su temor
lograron salvar sus vidas.
¿Y el desove? Ya no sirve
para reponer con crías
los desastrosos efectos
de las acciones furtivas.
¿Dónde los progenitores?
¿Dónde las frezas tranquilas?
¡Quizá tan sólo en los tanques
De las piscifactorías!

 

Por – Ordoño Llamas Gil…. agosto de 1994