Por eso estoy aquí, en el mar de los Sargazos, entre corrientes de mar como grandes ríos salados, observando esta inmensidad de algas enmarañadas que forman un verdadero bosque flotante y un ecosistema muy peculiar. Estoy en esta parte noroccidental del Atlántico para ser testigo de un misterio más de la naturaleza, de su magia y de su fuerza. Aquí, a más de 300 m. de profundidad y bajo la protección de la gran masa de algas, es donde las anguilas se reproducen y mueren. Cuando las larvas, llamadas leptocéfalos, ya han abandonado el huevo empiezan una larguísima migración gracias a las corrientes del Golfo que las conducen hasta las costas de Europa, a donde llegan ya convertidas en angulas.
se presenta el del río. Lamentablemente, ya no existe vínculo alguno entre las anguilas y la mayoría de los ríos del norte de España, pues los muros de hormigón de las presas y la contaminación les han cortado el paso. Es una pena, que después de todos estos sacrificios y por el egoísmo del hombre no puedan completar su recorrido y llegar a su destino. Muchas morirán en el intento y otras se adaptarán, vivirán en el estuario de unos pocos ríos por unos diez años y regresarán al mismo mar que las vio nacer, para completar así su ciclo de vida, reproducirse y morir.
El agua brota de las entrañas de la tierra cristalina y pura, se abre paso entra las rocas de las altas montaña y forma el río. El río nace libre, pero en breve lo secuestramos. Nos acercamos a ellos porque dan vida, luego los deterioramos y los explotamos sin piedad. Son las venas de la madre tierra, llenas de savia y energía. Es fantástico saber que por esas corrientes de agua estas conectado a todo un mundo oceánico.
Pues aprovechemos esta circunstancia tan especial para lograr que su constante cambio sea cada vez más sano, más limpio, más natural, más libre y más vivo.
Sabemos que navegamos contra corriente con nuestra acción de concienciación medioambiental, porque los poderes siguen otras derivas que aunque menos frescas son más rentables, pero callarse ahora es consentir lo que está pasando, hay que decirlo y que todos sepan que se están cargando, entre otras vidas, la extraordinaria diversidad ecológica de las grandes cuencas fluviales de esta España nuestra y entre ellas la del Duero que tan de cerca nos toca.
¡¡Sin río no hay nada…nada.!!
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